Ese boceto no es más que un autorretrato. Pertenece a esa habitación en la que guardas con celo tus recuerdos más vivos. Me consta que vas con relativa frecuencia a contemplarlos y examinar que no te falta ninguno. Aunque no tengas lo principal.

Esa oscura y siniestra habitación aún existe, al igual que también existo yo, y tú. Como hiciste en un tiempo ya pasado, eres quien sigue visitando ese lugar con la excusa de cuidarla y mantenerla en orden, después de tantos años aún te aferras a ese habitáculo.  Ambas sabemos a qué vas allí, a visitar lo que para ti es un santuario, un lugar sagrado en el que aún puedes ver la sangre de tu hija,  derramada por el suelo prensado de diferentes capas de tierra, escuchar el dolor de sus articulaciones crujiendo y sentir en tu interior los gritos que nunca permitiste que salieran de su garganta. Regodearte y disfrutar de esas imágenes que se proyectan en tu mente, es ahora tú único y máximo placer, un estado de bienestar que no muchos pueden llegar a comprender. Sólo las personas que han vivido encerradas en ese lugar, pueden entender cómo funcionan los mecanismos de la mente de una madre como eres tú.

En aquel tiempo, vivía con la certeza de que la próxima vez que estuviera en esa habitación sería quizás la última, estaba segura de que no sería capaz de sobrevivir una vez más a ese estado en el que me dejabais. –Me equivoqué.  Tantos días se siguieron unos a otros, que llego uno en el que ya no temblaba ni sentía pavor al estar frente a ti en aquella habitación, sabiendo que a mis espaldas las sombras respiraban fuerte y se mostraban inquietas, mientras permanecían atentas  a la señal de tu mirada, como perros de presa.

Aún existe esa habitación

Esos trazos representan la única imagen que pudo escapar de su prisión, para vagar ahora por la oscuridad del subconsciente al acecho de un detonante tan simple como un ruido, un olor o unas palabras pronunciadas en un tono y unas circunstancias concretas. Así es como ese dibujo, que soy yo misma, se presenta ante mí propia persona. -¿Sabes cómo es esa sensación de verte a ti misma a través del tiempo? – Cuando esas imágenes comienzan a sucederse unas a otras no sabes que está pasándote, hasta que las imágenes se hacen acompañar de lo que les da poder de realidad. –Dolor. El mismo nivel de dolor que ya soporté en su momento, ahora de nuevo esta invadiendo todo mi cuerpo. Es así como la imagen toma forma y cada vez se hace más fuerte, mostrándose tan real y tan viva que me asusta volver al lugar del que ha escapado. –Me está mirando igual que lo hacías tu, pero no eres tú, soy yo misma intentando escapar de ti.  

Llevo puesto el que fue tu vestido de novia, ya no soy tan pequeña, aunque por la espalda va ajustado, tú misma lo has arreglado para que me quede bien, aparentemente bien. -Lo importante, no es la parte delantera del vestido, sino lo que esconde bajo el.

En el pelo no llevo ninguna diadema, llevo un saco que también has ajustado a la medida necesaria. Es de arpillera, que permite la respiración sin que se altere su forma.

Continuará…

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