Que tú memoria sea velada por un exceso de dolor físico, con el permiso del sufrimiento del alma, no significa que la imagen que debiera haberse plasmado en ella, no existiera, el que no puedas llegar a verla o recordarla, no impide que sí puedas sentirla, percibirla a través de un olor, un sonido, unas palabras o un lugar similar, al original en su día, provocando todos ellos un intenso dolor, capaz de desplazarse a su antojo, por toda la superficie de tu cuerpo, estancandose largos periodos de tiempo en las zonas más inesperadas.
Tú mente creó su propio vació, para ir soportando, cada una de esas instantáneas, pero el resto de sentidos no fueron invadidos, y sí registraron sensaciones y percepciones, que se ubicaron donde encontraron cabida, aisladas unas de otras en muchas ocasiones, pues había que actuar rápido, si permanecían más tiempo del necesario junto a la imagen real, el riesgo de unirse era inminente, y juntas, cuerpo y mente no podrían vivir, ni una, ni la otra, se autodestruirían.
De éste modo la mente va tejiendo su propia tela de araña, y cuando la más mínima emoción cae en ella, rápidamente es apresada y engullida por su guardiana, que la hace desaparecer para poder continuar su existencia, pues de ellas se alimenta.
La araña de ésta inmensa caverna, en ningún momento de su existencia se ha planteado que sus presas, puedan representar amenaza alguna, por lo que no tiene activado ningún mecanismo de defensa. Cuando las sensaciones son tantas que atraviesan su espesa tela como meteoritos estelares, la situación cambia, su presa ya no está a su alcance, y ahora huyen tan veloces como han caído, entre los huecos de la caverna, topándose unas con otras, reconociéndose, y dando forma a una imagen, a un recuerdo…
Nunca te encontrarás a ti mismo hasta que conozcas la verdad.