Qué retorcida es la vida y que vueltas da. Quién te iba a decir a ti que terminaríamos cenando una Nochebuena las dos juntas, como dos buenas amigas, ni siquiera como madre e hija. A ti desde luego siempre te ha hecho más ilusión lo de la amistad. –Nunca he podido arrancarme el recuerdo tuyo de aquella mañana, en la que apareciste ante mí con aspecto de estar muy contenta. Aquel día me dijiste que tú lo que más deseabas en un futuro, era ser mi mejor amiga. – Por aquella época yo tenía unos 13 años, me impacto y me repugno al mismo tiempo, escuchar esa retahíla de palabras absurdas y vanas. Hasta aquella mañana no me había percatado que ni siquiera habías malgastado un segundo de tu vida actuando como debías, como mi madre, que se suponía que es lo que eras en aquel momento.

 – ¿Cómo podías pretender querer ser mi amiga? Recuerdo que en mi rostro se reflejó todo el asco que me hiciste sentir y sin contenerme te conteste simplemente: que tú jamás serías mi amiga. Y noté de inmediato que no te gustó escuchar esa frase que me salió del alma, te decepcionó bastante mi respuesta. Quizás esperabas que ya que no podíamos ser madre-hija, igual podíamos ser otra cosa que se le pareciera a esa relación y además contuviera matices de complicidad. Es lo que tiene la amistad, a los amigos los elijes tú no te tocan en la tómbola de la vida, y por supuesto los eliges en función de una serie de criterios. -Desconozco si tienes amigos, desde luego los míos ante todo son buenas personas en las que puedo confiar, ya que en ti nunca pude hacerlo.  

-Pero dejémonos de echarnos cosas en cara que estamos en  Navidad y son unas fechas en las que yo he decidido complacerte y darte un gusto. Hoy compartiremos esta cena como a ti te habría gustado en tiempos atrás. Como dos buenas amigas. –Como solo va a ser un rato, lo podré soportar, tu sola presencia cerca de mí reaviva todos los demonios que viven dentro de mí y a los que hoy he tenido que pedirles que se comporten y no hagan acto de presencia.  Al menos sin avisar, así que ya saben. Ten cuidado con las palabras que decides elegir.

Aunque lo bueno de ser amigas es que podemos hablar sin tapujos, precisamente por eso nosotras hoy fingiremos ser dos amigas. Tenemos intereses comunes, valores y principios similares. –Por cierto, debes de estar retorciéndote de mala leche, te lo he notado en la cara nada más verte. –Pues sí, todavía sigo leyendo libros raros, escuchando heavy metal y viendo películas del tipo de Psicosis. –Lo sé, sé que en su momento culpaste incluso a mis gustos culturales de la causa de mi locura. –Llegaste a decir que los médicos que solo me habían visto en un par de ocasiones, habían afirmado que lo que me provocaba tal estado de atormentamiento era el haber visto la película del Exorcista y leído por aquel entonces el libro del Resplandor de Stephen  King. –Se ve que esas dos historias marcaron mi existencia. Que viviera con una psicópata, pederasta que quería ser mi amiga no era significativo.

Si es que no sabías que hacer con tal de desacreditar mi palabra. – ¿Y tú, sigues leyendo libros de autoayuda para aliviar el síndrome del nido vacío? –Porque el teátrico que montaste fue menudo, al menos yo tengo personalidad y leo lo que me resulta interesante, pero tú más ridícula no pudiste ser. Espero que hayas superado ya el trauma ese del nido vacío, tengo entendido que cuando eso les ocurre a las madres que de verdad han querido y cuidado de sus hijos durante toda su vida, lo pasan verdaderamente mal, pero tú, no sé yo que habrás tenido tú que hacer, para simular algo parecido a esa serie de emociones tan puras. –Disculpa no quería ofenderte, si tú no has tenido que hacer nada, de hecho no has hecho absolutamente nada cuando dos de tus hijas se fueron de tu lado para toda tu vida. – ¿Eso es síndrome de nido vacío o susto de seguir viviendo en un nido de víbora?  – ¡Anda que si Hitchcock te hubiera conocido a ti, en su tiempo…!

– ¿Bueno y cómo estás tú a todo esto? – No te veo muy mal del todo, te imaginaba peor. – ¿Ni siquiera me preguntas por mi hermanica? –No pongas ese hocico, que parece que no te haga ilusión verme cuando te digo estas cosas. –Sí, sí, tanto nido vacío y no eres capaz de preguntarme como esta mi hermana. –Ves como no es malo leer para saber de qué va el asunto. –Por cierto, como están tus hijos. Espero que no te hayas ensañado con ellos demasiado, mira que te los cargas y luego a ver a quien le amargas la existencia, que como te descuides te quedas sin nido. -Ufff que seria te veo, si yo no te he visto así en la vida, si tú siempre estas sonriente y de buen humor. –Cambia esa cara, a ver si me vas a dar la noche.

-Te parece a ti bien que hablemos un rato de ese tema que tenemos aparcado. –No te hagas de nuevas, ni empieces a decirme con cara de desquiciada que tú no sabias nada del asunto. –Estoy más que harta de escuchar estupideces, eso se lo cuentas tú a tus hijos que ellos sí se lo creen, pero a mí no. Yo no me merezco un trato así, con todo lo que yo he hecho por ti. Que he estado callada como tú me mandaste todos estos años. –Siiii, si ya se yo que estas que ardes en el infierno, por mi culpa, si te estoy viendo la cara. -Deja de buscar el hacha, que la he escondido antes de que vinieras. A ver si te crees que yo he aprendido a sobrevivir viendo películas. –Que equivocada estás tú, yo he aprendido de ti, contigo un día detrás de otro. – ¿Te sorprende que pueda llegar a recordar lo que me hiciste? –Sí, verdad. –Te aseguraste bien de que eso no llegara a ocurrir, por eso ahora no das crédito a lo que está ocurriendo.  – ¿Tú me has querido a mí en algún momento? –Ya sé que no, no es necesario que me contestes. Tus palabras en este momento no valen para nada, tus actos son los que hablan por ti y por mí.

-Imagino que debes tener mucha curiosidad en saber, cómo es posible que pueda recordar todo lo que hemos vivido juntas, pero sin ser amigas. Veras tú, mientras que tú te retorcías de placer, toda la maldad que vivía y vive aún en ti empañaba la realidad del momento. Cuando te centrabas en disfrutar y en obtener placer te olvidabas de lo que podría estar experimentando la otra parte, que nunca estaba presente por voluntad propia. Bueno no te olvidabas, eso está mal expresado, no eras capaz de sentir empatía por la otra parte. Las individuas de tu calaña no saben lo que es eso, por eso eres tan teatrera y te tienes que inventar las emociones, porque no las puedes sentir. Solo puedes sentir aquello que a ti y solo a ti te produce placer. Únicamente puedes sentirte satisfecha infligiendo el máximo dolor y sufrimiento posible a otro ser humano y eso no puedes llegar a alcanzarlo si no es con personas inferiores. NIÑAS

-Puesto que tú siempre vives en ese mundo, porque a día de hoy sigues siendo la misma que fuiste hace 40 años. Fuiste y eres por tanto, incapaz de percibir que puede estar sintiendo y experimentando la mente de una niña, de una adolescente, de una adulta… Fue necesario que aprendiera a dejar de hablar para poder escapar de ti. –Ahora que ya no puedes manipularme, puedo hablar y lo hago.

Por eso actuabas con tanta libertad y seguridad, la misma que te daba la absoluta impunidad de tus actos. -¿De verdad crees que nadie me cree ahora que he recobrado lo que es mío, mi voz? –Estas completamente segura o te asaltan dudas. Ahora no puedes decir que estoy perdiendo la razón, porque no sabes lo que leo.

 –La verdad es que algo sí me reconforta que me crean, pero como podrás imaginar eso no es suficiente para mí. Cuando pienso en ti y en todo lo que has hecho con mi cuerpo, soy consciente de que no existe nada en el mundo que pueda aliviar  ni una mínima parte del dolor que siento. –Soy plenamente consciente de ello, no existe nada en esta vida que me pueda darme paz. Es por ello que no existe nada, que impida que cuente todo lo que aún me queda que decir sobre ti. Que la sociedad que vive en tu zona de confort te conozca bien y puedan decidir libremente si quieren sentarse a tu lado.  

Pues nada, antes de que te vayas he de describirte una serie de hechos que recuerdo y aún no sabes que los sé. Espero que cuando termine de enumerártelos no puedas dormir, al pensar que dirá la gente cuando te vea. Porque eso es lo único que ti te preocupa y evidentemente la gente dice y habla sobre lo que ve, por eso para ti siempre ha sido tan importante acotar la visión de los demás.

-¿Qué te hicieron tus hijos tan malos para que los odiaras tanto a todos?

Cómo puede disfrutar una madre mientras destrozan el cuerpo de su hija.

Como puede una madre venderá a su hija a cambio de dinero. Recuerdo perfectamente a los hombres que tu invitabas y como hacías negocios con ellos. Te recuerdo hablando con ellos.

Como podías inyectarme casi a diario la dosis que te daba la gana de  Pentotal Sódico. Un medicamento prescrito para tu querido esposo y que la única persona que lo uso fue tu hija.  Si, no pongas esa cara de sorpresa, se te paso que aprendí a leer y recuerdo muy bien el nombre. Pentotal Sódico. También recuerdo los efectos que produce.

Y qué me dices del veneno para ratas y como lo usabas una vez que diluías la pastilla en el fuego.

De las palizas ya ni hablamos, ¿no?

De aquel día que me quitaste toda la ropa y me colocaste un saco de esparto en la cabeza estando aún medio drogada y me obligaste a caminar en círculos. Cuando desperté y me di cuenta de lo que estaba ocurriendo intente correr tan rápido que lo único que pude sentir fue un golpe en el cráneo que me tiro al suelo de forma fulminante.  Tres días en estado casi vegetativo sin saber que iba a ocurrir conmigo, lo sé porque te escuché a ti decirlo.  

De las torturas a las que me sometías, dejándome atadas los dos brazos a las vigas que había en el pajar sin permitirme posar los pies en el suelo. Tenía que mantenerme de puntillas durante horas y horas así hasta casi sentía que los huesos de los hombros se me iban a salir de un momento a otro.

De no dejarme comer durante días enteros

De las dos veces que me dejaron embarazada alguno de esos hombres a los que tú me vendías.

Te acuerdas como tuviste que deshacerte de esos dos problemas. El primero fue el peor, para el segundo ya tenías experiencia.

Lo puta que fuiste cuando se te ocurrió implicar a tu hija menor en tus entretenimientos para conseguir someterme, amenazándome con el sufrimiento que le ibas a causar a mi hermana.  

Lo cerca que estuviste de convertirme en una alcohólica, por las grandes dosis de alcohol que me hacías ingerir, en algunas ocasiones me introducías un embudo en la garganta y luego me tapabas la boca para que no lo vomitara.

Como intentaste que tu hijo varón participara en tus jueguecitos, mira que lo intestaste, que lo llamabas y lo buscabas y lo invitabas. Ahí no te quisiste arriesgar demasiado, ya se iba haciendo mayorcito y no era conveniente presionar, si no salía de él.

Y los castigos, que me dices de eso. Como te gustaba aplastarme los dedos de las manos con una tabla. Me obligabas a poner las manos en el suelo y sobre ellas ponías un tablón de madera para que otros lo golpearan o se subieran sobre él mientras tú lo sujetabas y me mirabas. Me decías: te está bien empleado…

También te gustaba lanzarme cubos de agua helada en el invierno. Así me hacías despertar cuando se te pasaba la mano dándome pastillas, me quitabas la ropa a la intemperie y me lanzabas cubos de agua. Me dejabas allí tirada en el suelo toda la noche, porque decías que era una puta. 

El 11 de julio de 2014 fue la última vez que hable contigo. Aquel día me dijiste que cuando tuviera claro todo de lo que te acusaba que te buscara y te lo dijera. Por eso estamos hoy aquí las dos.

Te recuerdo que hasta que la tierra que pisan mis pies no se tiña de sangre no pararé.

Supongo que te apetecerá ir a la Misa del Gallo, así que te llevo a casa…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *