La convivencia de cualquier familia incestuosa, no muestra grandes diferencias con respecto a cualquier familia catalogada, como “de funcionalidad normal”; podrían distinguirse por detalles nimios, a veces imperceptibles, a la apreciación de cualquier persona cercana a su entorno.
Estas familias tan enfermizas, se construyen bajo subcódigos de códigos, incrustados en cada neurona encargada de transmitir todo tipo de órdenes, como una gran maquinaria de última generación tecnológica, dirigida completamente, por el proceso mental que recibe de un ser humano, a través de un código binario; determinadas máquinas procesan la información a través de dos simples número, el 0 y el 1; los seres humanos, en cambio la procesan a través de un código alfabético, letras, capaces de transferir apariencia a la expresión oral y corporal, con poder de crear una cadencia de palabras.
Ambos son perfectos códigos, encargados de transmitir información; necesitados de un laborioso proceso, hasta llegar a ejecutar un programa, o transformar una angosta y terrorífica frase, en actos reflejos, de palabras recién pronunciadas.