Únicamente sus ojos podían gritar de terror, solo su mirada era capaz de moverse con la rapidez que produce la frialdad, del miedo más descarnado; unas pupilas que de repente se ensanchaban, con el simple deseo infantil de correr en direcciones opuestas; sólo era necesario la fracción más diminuta de tiempo para traerlas de regreso, si cabe con más rapidez de la que ellas mismas habían dispuesto, agitada y sin aliento su mirada vuelve a estar fija en el punto de partida, en ese lugar del que ya sabe que no puede huir de ninguna de las maneras.
Y de repente un pensamiento intruso llena el aterrador vació de su mirada -¿En qué momento ha sucedido todo esto? Es entonces cuando siente que todo a su alrededor está en un estado de parálisis, incluso ella misma está tan quieta que cualquiera podría confundirla con una muñeca de porcelana, si no fuese porque el vestido que lleva puesto no para de temblar por el miedo con el que ha sido almidonado.
De nuevo la mirada se torna pavorosa y desbocada, ahora ya rozando los límites de la insensibilidad, ese sentimiento de entumecimiento propio que ofrece la rigidez muscular, ese tumulto de sensaciones con las que te obsequia la crueldad de la maldad más absoluta, para brindar por la indiferencia, que le causa todo tipo de agonía ajena.
De pie, firme, frente a esa espantosa y atroz imagen que aún no acaba de tener sentido propio; otra figura humana, mirando su rostro se puede adivinar que no tiene más de 9 años, permanece inmóvil, estática, como una bandera incapaz de ondear porque su función es otra bien diferente, su misión es mantener fija la mirada sobre esa otra figura postrada ante sus pies. Tan fuertes han sonado las palabras que le han ordenado que únicamente debe mirar al frente, que su propia sombra ha preferido tomarse la libertad de no acercarse y proyectarse hacia sus espaldas, como si ella si pudiera huir sin ser vista, al menos ese fragmento de oscuridad puede elegir no ser testigo de un acto como el que está a punto de suceder.
Ninguna de las partes allí presente saben aún que está ocurriendo, ni qué es lo que tanta angustia y miedo genera esa sucesión de actos, tan virulentos, que solo la percepción del pánico a través del sudor fío le da sentido de realidad, pues la mente es incapaz de elaborar una secuencia lógica de los mismos. Lo que sí han aprendido con el paso del tiempo es a tener la absoluta certeza de que Ellos siempre son más rápidos, ellos siempre cuentan con la ventaja de lo inesperado, de la sorpresa, de la traición, del engaño, de su gran capacidad para transformar en realidad todo lo que deseen.
Ahora la imagen ya empieza a tomar forma, a completarse y ni siquiera puedes saber cuánto tiempo han necesitado para conseguir que tu consciencia esté de regreso, porque ahora la secuencia se sucede con absoluta lógica; sus rodillas están clavadas en la superficie de un suelo que tirita ante un acto tan desmesurado y enfermizo, frente a esa frágil figura hay un gran tronco de madera, de forma cilíndrica, usado principalmente para el despiece de animales en este caso, ya sacrificados y de cierta envergadura, por ser este instrumento una madera resistente a los golpes de utensilios como hachas o grandes cuchillos. De repente Él que también se ha posicionado de rodillas al otro lado del tronco se abalanza con una fuerza feroz y agarra los dedos de la pequeña que está arrodillada incapaz de moverse, de forma que sus dos brazos quedan atrapados sobre la superficie de ese terrorífico diámetro que es la base del tronco, su torso choca con gran impacto con la parte frontal del tronco, y la otra figura que permanece de pie frente a esa imagen, puede ver como la parte interna de ambos brazos quedan encajados en ese siniestra posición; las muñecas han quedado justo al borde del tronco…un zumbido corta el aire y una gran hacha se clava justo en el trozo de madera que queda libre en los laterales. Ella me mira ahora a los ojos y dice: la próxima vez, las manos de tu hermana caerán al suelo, ya lo sabes, espero que no se te olvide.