Cuando eres incapaz de sentir alguna de las extremidades de tu cuerpo; es porque tu mente ha dejado de ceñirse a cualquier tipo de realidad; ha dejado de transmitir señales, ha dejado de existir, al zambullirse en el inhóspito océano de las percepciones extrasensoriales, diluida y separada entre frías corrientes que al dejar de circular, sepultan todo el contenido que arrastran entre las trémulas y oscuras profundidades.
Cada vez que la mente se separa del cuerpo, éste pierde toda conexión. Entonces, es el dolor quien suplanta esa falta de unión, una sensación intensa y atroz, es la encargada de restaurar un aparente equilibrio.
La extremidad afectada ya no siente el riego sanguíneo, pasa a un estado de adormecimiento, el movimiento se transforma en rigidez, el calor corporal de esa zona es sustituido por una insensible frialdad, que progresivamente se va instalando en el resto del cuerpo.