La piscina sigue siendo «mi oráculo», además de tener propiedades curativas, sólo en el agua los dolores se calman, incluso llegan a desaparecer por el tiempo que dura la clase.
Los trastornos de conversión vuelven a marcar niveles máximos. Hace ya dos semanas que a las 17:30 h empieza un dolor insoportable en los dedos de la mano derecha, poco a poco se van poniendo rígidos, se llegan a hinchar lo suficiente como para impedir la movilidad, comenzando a expandirse una especie de opresión hacia el antebrazo, hasta llegar al cuello.
De todos los dolores que sufre mi cuerpo, todos ellos torturantes al extremo, no sabría con cual quedarme, si me viera obligada a elegir. El dolor de cabeza, sólo de la zona derecha del cráneo y de la mandíbula, el del ojo derecho, que a veces se alía con el ojo izquierdo y llega un momento que siento un dolor insoportable en el interior de ambos ojos, aunque siempre el derecho se lleva la mejor parte en intensidad, en otras ocasiones pierdo la visión por unos segundos, no veo nada, las encías con llagas en la parte superior, imposibles de curar en éstas últimas semanas, pues vuelven a aparecer, y a sangrar constantemente, siempre después del cepillado, y el misterio que las envuelve, de repente un día ya no están, aparecen y desaparecen envueltas en ese misterio, también está el dolor del nervio ciático, que en una ocasión permaneció junto a mí todo un año, eso sí, me permitía nadar y correr, aunque perdía la movilidad de toda la pierna derecha algunas noches en casa, o cuando voy conduciendo, o no me dejaba caminar en otros momentos del día, éste también va y viene a su antojo, la alteración del sistema respiratorio, a veces siento que me asfixio, aunque puedo respirar, es como que el oxigeno no llega a todos mis órganos, provocando que mi cuerpo se vaya hinchando poco a poco, hasta hacerme consciente de que no ocurre nada, sólo es una emoción en conflicto, que no pudo ser descargada en su momento y sigue errante en mi subconsciente, busca una salida, que mi parte consciente le bloquea, y aparece el dolor como una especie de reclamo. Casi estoy terminando, me queda el estomago, que últimamente recibe órdenes de alguna parte de mi cerebro, para indicarle qué debe comer, y qué alimentos debe rechazar, con lo cual, hay días que sólo me deja tomar fruta, o una ínfima cantidad de comida.
Creo que he terminado con los trastornos somatomorfos que atormentan mi ser, probablemente me haya olvidado de muchos, porque son tantos que cuando el dolor no está presente, se me olvida que existen.
Teniendo en cuenta esta introducción, y siendo consciente de que si consigo escribir y llegar a la opción ‘publicar’, algunos de esos síntomas desaparecen, voy a ubicar al lector geográficamente, en el origen de estos males.
Los primeros años de vida de las protagonistas de ésta historia, transcurren en un pequeño pueblo de la provincia de Granada, en la profunda Andalucía rural, de la España de 1974.
Éste lugar se encuentra a 20 km del municipio de Loja, entre, Ventorros de San José, Algarinejo y Monte Frío, lo identifica las ruinas de un castillo que defendió en su tiempo a los reyes granadinos, está situado a las espaldas del Monte Hacho, ha visto pasar desde la prehistoria: no sólo, romanos, visigodos y árabes, también a una familia incestuosa, con trastornos de psicopatía, encubiertos con aspectos de alcoholismo y abnegación y sufrimiento por la parte de ella.
En la actualidad este pequeño pueblo es conocido por su producción oleícola, de excelente calidad.