Algunas personas pierden cosas a lo largo de la vida, otras simplemente se pierden a sí mismas, su nacimiento ya es en sí la marca de un caduco inexistencialismo. La programación genética aquí simplemente es el cáncer de su propia existencia, las células están adiestradas para destruirse a sí misma, serán ellas quienes darán la señal, se devoraran unas a otras sin conocimiento previo de sus propios actos. Aniquilarán el deseo de vida, en base a sus principios de no existencia. Se extenderán como profundas ramificaciones, por todo su interior, que dejara de pertenecerte y formar parte de un todo, para dividirse en sectores inertes, donde la más mínima expresión de vida será segada, si pretende desarrollarse. Sin concepto de existencia, la ausencia de vida es una sentencia, como tierra yerma, que jamás vera el más mínimo brote. La inexistencia de una vida, es simplemente contemplar el avance del tiempo frente a ella misma. Simulacros que se repiten en el tiempo, como si se trataran de paradas estacionales, incapaces de mostrar signos distintivos que las diferencie entre ellas mismas, así permanece el tiempo, en profundo estado de letargo, inflexible, irreal, inexistente.
Sin opción de muerte, porque nunca llegó a existir vida sobre su faz.