La culpa alimenta el victimismo. Y yo, querida mamá no acepto tú culpa, porque YO no soy tú víctima. YO soy la consecuencia de tus actos. YO soy quien va a hacer posible, que aceptes tú culpa y vivas con ella el resto de tus días.
La víctima ahora eres tú, por ser tú la culpable de toda la agonía de mí existencia. Te cedo cada uno de los dolores que ha recorrido y recorrerá por algún tiempo más cada rincón de mi ser, ahora YO te los ofrezco a modo de ofrenda. Ahora ellos te pertenecen en cuerpo y alma, te pertenecen por derecho propio, divino y legal.
-¿Y sabes una cosa? – Jamás podrás curarlos. Esas dolencias viven porque se alimentan de la culpa inconsciente, y tú siempre has sido consciente de tus actos, actos que has escondido esperando que nunca vieran la luz. El mundo entero empieza a conocerte a tí, lo que has hecho y lo que eres capaz de hacer, porque continúas con tus mentiras, esperando que sean creídas…y las mentiras, no sólo te corrompen; se transforman en tortura y agonía . Así es como tus pensamientos se instalan a vivir en tu parte inconsciente. En tú caso esa parte inconsciente está poblada de pensamientos tales como: No te preocupes nunca la creerán, está sola y no podrá revelarse por más que lo intente, quédate tranquila te asegurastes bien de asignarle su lugar en la sociedad, deberías haberla matado cuando pudiste…
Y lo irónico de todo ésto, es que tú ya no pertenecer al anonimato de mi memoria, tú ahora perteneces a la realidad de la vida actual y del mundo entero.
¡Y la CULPA, querida mamá pide castigo!
Imaginate que te susurro al oído, como te gustaba a tí hacer: Te recuerdo que «En esta vida se paga todo»
-¿Recuerdas esa frase que tanto te gustaba? -Yo no la he olvidado, cómo podría hacerlo…