Y qué verdad es aquella, en la que solo tú has podido creer en ella, una verdad que han tejido unos pocos a lo largo del tiempo expresamente para ti, para la única persona que algún día pudiera llegar a reclamar la autenticidad. Inventada simplemente para ofrecerle respuestas creíbles o susceptibles de ser creídas, ya no sólo en sí por la elaboración de la misma, sino por aquellos que se iban a encargar de contarla en caso de que lamentablemente la incauta infeliz se atreviera a plantearse algunos de tantos y elaborados detalles con los que cuenta esta gran mentira, que solo puede sostenerse por el amplio número de implicados que la mantienen con  vida.

La mejor de las mentiras nace en el interior de los seres a los que se les considera personas de confianza, aquellos con los que has convivido y compartido historias de tu vida, son ellos los que disponen ante todo, de una ventaja superior, sobre el desdichado en el que van a volcar todos sus deleites, porque al fin y al cabo no deja de ser un placer extremo,  el someter a otra persona a sus propios deseos, siempre buscando un objetivo: hacerle creer, que su realidad no es como la percibe, ni siquiera incluso como la siente, su realidad está mal interpretada por su propia visión distorsionada, que no le permite ser objetivo, ni siquiera es capaz de ver con claridad la realidad, porque siempre estas enfurecido en esos momentos; pero nadie habla de quién o quiénes hacen que esa furia implacable estalle en el momento preciso, de qué mecanismos se valen aquellos que saben accionar ese interruptor, para que todo quede completamente apagado, suspendido en tu memoria del momento, una memoria que será arrasada, con el desgaste que provoca el caos del descontrol de todas las emociones presentes en ese momento que casi llega a confundirse con la locura. Cuando estas completamente perdido en ese mundo en el que solo puedes vagar a la espera de que alguien perdone todos tus pecados, porque si algo está claro es que eres una mala persona, mereces recibir un castigo que te enseñe a ver la realidad como es, no como tú la ves. Tu realidad nunca coincide con la de ellos, un castigo adecuado podrá conseguir que aprendas a creer en su verdad, que con el tiempo también será la tuya, nadie entonces ni siquiera tú misma podrás dudar de ella, si acaso te atreves a hacerlo, caerán sobre ti todos los castigos que has decidido ignorar u olvidar por un tiempo. La locura se arrimara a tu lecho, su aliento se esparcirá sigilosamente simulando ser  aire puro y limpio, al que no temerás mientras duermas, pero ay de ti si las tinieblas de la noche te desvelan, porque los demonios que acechan entre las sábanas te engullirán antes de poder sentirlos como se abalanzan sobre ti…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *