En verdad, podría ser relativamente fácil, doblegar la voluntad de cualquier niño, y más aún, si nunca ha tenido la oportunidad de experimentar con ella, con su propia libertad de pensamiento.

  • Obligarlo a guardar silencio, explicándole siempre que nadie jamás lo creería. Remarcando al final de la frase: -“¿Te has enterado bien?” Finalizando la orden de ésta escena, con un simple gesto de asentimiento, por parte del receptor del mensaje, en éste caso, el menor.
  • Hacerle ver, y sentir en su propio cuerpecito, lo que le ocurrirá si cuenta algo, de eso que nadie nunca debería escuchar, porque nunca le creerían. ¡Jamás!
  • Presentarlo a las personas más cercanas de su entorno, como un niño raro y extraño, estando presente siempre el menor, en éstas reflexiones maternas.
  • Infringirle dolor físico a través de castigos, tales como: obligarlo a arrodillarse, para fregar a mano, y con agua helada, todo el suelo de su vivienda. Mientras Ella permanece de pie, siempre lo suficientemente cerca, como para poder escucharla como se ríe, mientras grita muy de vez en cuando “hazlo bien y sin llorar, ya sabes, no te quiero escuchar rechistar”…
  • Interrogarlo constantemente, siempre en la intimidad de la más absoluta soledad, para cerciorarse, su mamá, de que las respuestas de este niño, son las adecuadas.

Las madres de éste tipo de niños, saben perfectamente cómo llevar a cabo instrucciones tan sencillas como éstas, e incluso otras mucho más elaboradas, ya que tienen capacidad suficiente, de instaurarlas como parte de una férrea disciplina, que será asimilada e integrada por esos pequeños, a lo largo de su desarrollo humano.

El objetivo de esta maquiavélica manipulación, por parte de la propia progenitora, evidentemente debería ser: conseguir una fractura emocional, psíquica, y social, como mínimo de estos indefensos seres.

-¿Qué podría suceder en la psique, de una pequeña persona, que aún no ha llegado a la madurez, para que se desarrolle el instinto de supervivencia propio de los animales?.

-¿Podría la práctica reiterada de estos actos, trasladar a la mente, el deseo innato de continuar existiendo para mejorarse a sí mismo?

Si el pequeño individuo llega a sobrevivir, sin desarrollar trastornos mentales, de índole psicopáticos, ni adicciones a sustancias tóxicas, ni hábitos de riesgo para su persona, la respuesta a esos planteamientos es evidente.

El silencio es un arma de doble filo…es obvio por tanto, que quien calla, no expresa lo que piensa.  Lo que no indica que el laborioso mecanismo mental, este desconectado, sino todo lo contrario, esta trabajando a marchas forzadas, soportando el peso de la realidad, al tiempo que el silencio, le ofrece la oportunidad de meditar y sopesar sus planteamientos.  Algún día, estos debates internos puede llegar a un consenso, que se plasmará en una decisión, que a su vez será llevada a cabo…y por tanto, será visible.

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