Y digo yo, -¿cómo vas a redimir tus pecados en esta ocasión? con lo que a ti te gusta vanagloriarte de tus promesas, de tu afligido e incauto sufrimiento. -Supongo que no habrás eliminado de tu rutina maquiavélica, ese día tan especial que dedicabas todos los años al llegar la semana santa. Un día al año, en el que cumplías con tú sagrada promesa. Siempre me he preguntado, a lo largo de toda mi vida, y aún hoy lo sigo haciendo como puedes ver – ¿Qué puede haberte concedido a ti Dios, como para que tú tengas que estarle agradecida por el resto de tus días?
-Sé que era muy importante para ti, y también sé que me mentiste cuando te pregunte directamente, por qué tenías esa promesa. Y si mentiste y te esforzaste en evadirme, es por algo importante que escondías y sigues escondiendo.
Espero que ese Dios te castigue y te haga llegar alguna maldición el día que decidas no continuar con tu promesa. Una maldición que no te haga ningún daño físico, tan solo que te haga visible a los ojos de tus vecinos. Aunque creo que tu Dios es misericordioso y no castiga, así que espero que sí lo hagan las personas de carne y hueso que están cerca de ti.
Te voy a recordar cual fue tu respuesta a mi pregunta.
Por dinero. Eso me dijiste, tenías que cumplir una promesa ante una divinidad, por dinero. -Teniendo en cuenta que eso ha sido lo más importante en tu vida, es lógico que le ofrecieras cualquier tipo de ofrenda a tu Dios, al menos una vez al año. Si lo piensas fríamente, no es que te sacrificaras demasiado. Mas bien era una muestra de exhibicionismo y de poder ante otros, que no eran dioses.
A día de hoy has perdido la gracia de mentir sin pudor alguno. Tus mentiras ahora son contrastadas con hechos, analizadas y diseccionadas, antes de ser engullidas.
Espero que hayas limpiado tu corazón en estos días, porque lo que es tu alma, permanecerá en estado de putrefacción mientras vivas.