-Puedo sentir toda la superficie de mi piel en contacto con el acero de un gran banco; un banco que se usaba entre otras cosas en las matanzas, en el tumbaban los cerdos una vez sacrificados para limpiar toda su piel. – Imaginen la robustez del banco. Pues allí estaba yo, en la habitación del pajar, tumbada en ese banco completamente desnuda en pleno invierno. Sin poder sobre tu cuerpo, que era incapaz de realizar ningún movimiento, bien a causa del frío, o de algún tipo de droga suministrada previamente que evidentemente se unían al pánico que la situación te iba ofreciendo a medida que despertabas de un profundo atolondramiento. Sin que tus sentidos estuviesen completamente en posición de alerta.
Ella ya te había inmovilizado casi por completo, mientras le daba órdenes a él, a su marido, para que fuese atándome las piernas a la altura de los tobillos, Ella, al mismo tiempo iba tirando de mis muñecas de modo que arrastraba los dos brazos por encima de mi cabeza para atar fuertemente ambas muñecas. En esa posición. En esa posición enganchaban una cuerda de esparto a una polea situada a la altura de mis brazos extendidos por encima de mi cabeza. Otra cuerda se unía a otra polea situada a la altura de mis pies y ambos empezaban a tirar hasta que las cuerdas se tensaban completamente. Se reía, hablaban entre ellos y se miraban con complicidad siniestra a medida que toda la piel de mi cuerpo se iba estirando, cada vez un poco más, hasta que sentías como crujían, todas y cada una de las articulaciones a punto de salirse de su lugar.
–Justo en ese instante en que el dolor es ya insoportable, las cuerdas cedían no suavemente, no. Ellos abrían las manos al mismo tiempo y dejaban caer las cuerdas, aumentando aun más el dolor de cada articulación. Luego a Ella sobre todo le encantaba esperarse allí y mirarme desde cierta distancia, le encantaba ver como lloraba, era lo único que podía hacer, llorar. Eso a Ella la excitaba mucho, disfrutaba viendo que no podía moverme.
-¿Tú te acuerdas de estos momentos en los que lo pasabas tan bien, Mama?- Como puedes comprobar, yo también me acuerdo, ya te dije que te iba a ir refrescando la memoria.