El instinto de supervivencia se desarrolla a cargo de grandes costes cuando son tus progenitores, especialmente tu madre, la principal atacante de tu seguridad, la integridad queda completamente al desamparo de la desnudez más atroz, que pueda experimentar cualquier menor en estas paupérrimas condiciones de subsistencia.
Así consiguió Ella, que mis ojos fuesen incapaces de cerrarse completamente al caer la noche oscura. Cuando a media noche se deslizaba de su cama y subía despacio las escaleras, yo ya la estaba escuchando, sentía el roce de sus piernas, el escalofriante sonido de las pisadas acercándose ya a mí, su repugnante olor corporal y su aliento chocando con el mío. Mis ojos ahora estaban abiertos y mi cuerpo en posición de alerta, preparado para la lucha cuerpo a cuerpo. Los siguientes intentos continuaron siendo fallidos para Ella, las batallas las fui ganando yo, aunque fueron victorias efímeras pronto Ella buscó la forma de atacarme y quedar victoriosa.
Eligió su mejor arma, algo en lo que yo hasta entonces no había ni siquiera pensado. En cambio Ella, ya hacía tiempo que lo tenía visualizado en su mente, desde el momento exacto de su nacimiento. Solo necesitaba esperar que dejará de ser un bebé.
Uso a mi hermana menor para doblegarme, eso escapaba a cualquier control por mi parte. Hasta que mi querida madre tomó esa gran decisión, era yo la única que tenía que someterme a sus juegos, nadie más de mis hermanos hasta ese momento participó. Para mí eso eran funciones propias de una familia, por tanto no había nada que plantearse.
No es lo mismo experimentar por ti misma el dolor, que verlo reflejado en los ojos de tu hermana de tres años.
-Si no quieres que a tu hermana le pase lo mismo que a ti, ya sabes lo que tienes que hacer- Eso me decía Ella al oído, mientras mi hermana me miraba atemorizada, aterrorizada e invadida por un pánico, que ni siquiera sabía qué se lo producía exactamente. Tres años son demasiados pocos para comprender las imágenes que se sucedían ante ella. Las emociones cambian cuando te conviertes en espectador de tus verdugos, cuando eres invitado a participar como torturador sin ni siquiera saberlo.
Una niña de tres años es fácil de atrapar y transportar en brazos, mientras vaya amordazada no hará ningún ruido. Tú ya irás hasta donde Ellos quieran y además lo harás sin emitir ninguna queja, sin provocar ningún escándalo, agacharás la cabeza, dejarás caer los hombros como si quisiera tragarselos la tierra y caminarás hasta donde tengas que hacerlo…hasta donde Ellos te hayan indicado.