Primero fue un vestido… un vestido de invierno, de color verde y cuadros escoceses. Había sido un vestido bonito, a aquella niña que lo llevó durante un solo invierno, le gustaba ponérselo. Por aquella época, aún existían pequeñas cosas en su vida que le hacían feliz.  

Cuando llegó la primavera, el vestido lo guardó su madre en una caja, con más prendas de invierno de sus tres hermanos. Como en casa no había suficiente espacio, llevó la caja a la casa de sus padres, nuestros abuelos maternos. 

La primavera pasó y el sofocante calor del verano, cedió paso al melancólico otoño, que más pronto que tarde, cambió su vidriera de colores, por paisajes de fríos grises y apagados marrones. El invierno estaba de vuelta, había que desempolvar las prendas de la nueva estación. Al abrir la caja, la sorpresa fue nefasta… un mal presagio se cernió sobre la luz de toda la estancia. Una rata, se había estado alimentando exclusivamente, de las prendas guardadas en dicha caja.

Como en aquella época se reciclaba todo, aquel vestido de cuadros verdes roído por una rata maldita, terminó convirtiéndose en un mantel. Ese mantel fue usado en más de una ocasión para limpiar restos de grasa y desperdicios de las matanzas. Un trozo de tela convertido en mantel, que fue envejeciendo rápidamente por el constante uso al que fue sometido. Terminó sus días, introducido en la boca de la máquina, que se usaba en la matanza para picar carne. Allí se quedó, impregnado de esa multitud de olores, de aceites y de grasas de restos de animales.

Una de las muchas veces, que tanto mi madre, como su querido marido, estaban sobre mi cuerpo, intentando sujetarlo para sus entretenimientos. Como aquel día, no dejaba de moverme e intentar soltarme de sus manos, que me apretaban por todo el cuerpo. Mi madre enfurecida, cogió ese “trapo” mientras me apretaba fuertemente la garganta y lo introdujo en la boca.

¿Tú te acuerdas de ese día mama? – Ya ves que yo sí, y no puedo dejar de preguntarme, si aquella rata tuvo la culpa de lo que tú hiciste, por comerse mi vestido.   –¿O la rata eres tú? -Aún puedo recordar el sabor de ese trozo de tela, y la sensación de no poder respirar por mucho que apretara los dientes contra el…

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