Una vez que escuchas su estrepitoso y estremecedor rugir, y en tus pupilas se refleja el resplandor de su potencial eléctrico, el campo electroestático que rodea tú mundo se pone en movimiento, fuerzas externas a él se aproximan, cargan con todo su poder, a una velocidad imparable, pero constante, acercándose a lo único que se esfuerza en correr en sentido contrario a ésa grandiosa fuerza, no puedes esconderte en ningún lugar, nada existe que te pueda proteger de Él, la descarga eléctrica será inminente, tan atroz como si un rayo fuese capaz de atravesar todo tu cuerpo, quedando éste tirado en el suelo, incapaz de moverse por el tremendo dolor que está soportando, enfriándose, sin vestido, ni nada que consuele ese sufrimiento.
Éstos serían los efectos que producen en mi mente la caída de una tormenta (como fenómeno meteorológico), recuerdos de mi hermana, buscando un lugar inútil donde esconderse…
Para mí, en cambio las tormentas siempre han tenido un significado diferente, la posibilidad de que ese rayo de electricidad, caído del cielo, fuese capaz de fulminarlo a Él. Por aquel entonces confiaba en el poder de la naturaleza, esperaba que un simple rayo le diera de lleno y lo matara. Nunca sucedió eso, mis deseos nunca se hicieron realidad, mi hermana tuvo que seguir huyendo, intentando esconderse en cualquier rincón que la hiciera invisible a sus propios ojos, encontrando un momento de esperanza aún más devastador, porque siempre terminaba siendo visible…